Entries in Ilustracion para Sermon (96)
En el Congo

Una de las mayores dificultades que encontró el célebre viajero Stanley en Africa, era la inveterada inclinación al robo en los indígenas que tenía a su mando. A poca cosa se reducía el código de honor que regía entre ellos y sus costumbres pervertidas habían atraído ya más de un desastre a la expedición de Stanley. Se hacía pues forzoso poner término a semejante estado de cosas y tajar toda infracción.
Decidió pues Stanley, y lo hizo saber por todo el campamento que el primero, que cometiera un robo sería castigado con pena de muerte.,
Pero ¡Cuál no fue su dolor y su asombro, cuando supo que el priinero que fue hallado en semejante delito, era Uledi, el más valiente y noble, el mejor de sus compañeros negros! Uledi, que había salvado la vida a más de cien personas, y a Stanley mismo... ¿Debería morir?
En vista de esta grave dificultad, Stanley reunió en consejo a sus subordinados, les expuso la gravedad del crimen cometido por Uledi y el castigo de muerte que debía sufrir.
Uledi fue sentenciado a ser azotado al instante con látigos.
Stanley pronunció la sentencia en pie, en medio de un grupo de hombres mudos de espanto, y Uledi se echa a sus pies aterrado para sufrir el castigo.
En aquel momento rompiendo el círculo un hombre a quien Uledi había salvado la vida en una ocasión de un gran peligro, se adelantó y dijo:
-¡Señor, aplíquenseme a mí la mitad de los golpes que Uledi debe recibir!
Después de él se acercó otro que con lágrimas en los ojos y con voz trémula dijo:
-¿Quiere el señor permitir a su esclavo que hable?
-Habla, dije Stanley.
Poniéndose de rodillas delante de Uledi, y con voz entrecortado de sollozos dijo:
-El señor es sabio, nada ignora de lo pasado, pues todo lo escribe en un libro... Yo soy un negro y no sé nada. Apenas puedo acordarme de lo que pasó ayer; pero el señor no olvida... Todo lo escribe en un libro; cada día escribe algo en él. Que permita a su esclavo ir a buscar el libro y volver sus hojas tal vez se encuentre algunas -palabras a favor de Uledi. Tal vez se halle en él que cierto día salvó la vida a Zaidi sacándole de las aguas espumosas de la catarata, y que salvó la vida a otros muchos... Uledi solo, vale más que tres de nosotros. ¡Con qué atención oye primero las palabras del señor y corre luego a cumplimentar las órdenes! Señor mirad en el libro... Y si después de esto la sentencia debe ejecutarse Shumari recibirá la mitad de los latigazos y yo recibiré la otra mitad... i Qué el señor haga lo que es justo!
Stanley echó el látigo lejos de él exclamandq:
-Uledi, es libre, Shumaria y Sayava son perdonados.
Apenas muere alguno por un justo; con todo podría ser que osara morir alguno por los bondadosos. Mas Dios encarece su amor para con nosotros porque siendo aún pecadores,¿Murió por mi?

Contemplando una niña desde las rodillas de su padre, un libro de imáuna lámina representando la Crucifixión.
-¿Murió por ti, papá? -preguntó.
Sí, hijita.
-¿Por mamá, también?
-También.
-¿Murió por mí?
-También murió por ti, hija mía.
La niña se apresuró a descender al suelo, se arrodilló y oró: gracias, Señor Jesús, porque moriste por mí... Y perdóname que haya tardado tanto tiempo en darte las gracias.
Hermosa lección que deberían aprender muchos mayores...El puente del Amor

El puente de amor
Los padres de Luis............ vivían en la playa de un hermoso lago de Suiza. Su padre trabajaba en el lado opuesto. Un día Luis y su hermano fueron a través del lago al encuentro de su padre. La madre les vigilaba desde la ventana. Todo iba bien, pero de repente se dio cuenta de que el hielo sobre el cual andaban estaba partido. El hermano mayor saltó fácilmente al otro lado, pero la madre exclamó sollozando desde la ventana: "¡El pequeño! El pequeño no puede saltar". Entonces vio como el hermano mayor extendía su cuerpo entre los dos hielos y el pequeño pasaba por encima de él.
¿no es esto lo que Cristo hizo con su propio cuerpo? Lo puso cono puente por el cual el hombre pudiera llegar hasta Dios.
El terremoto de Yokohama

El terremoto de Yokohama
En una aldea japonesa, en ocasión del más terrible terremoto que azotó al Japón, sucedió que toda la aldea fue presa del incendio, cuyo progreso espantoso devoró rápidamente las casas de madera, bambú y biombos de papel, en unos cuartos de hora, ayudado además por el huracán.
Las madres, escapando con sus hijitos en brazos se refugiaron en un cerca o junto a la estación del ferrocarril, donde no existiendo edificios cercanos pudieron creer en una probable salvación.
Pero el huracán lanzando sobre ellos papeles y maderas ardiendo acabó su mala obra.
Cuando, después del siniestro fueron a buscar sus cuerpos muertos, bajo los mismos hallaron a muchos hijitos vivos. Las madres les habían guardado bajo sus cuerpos, salvándoles.
El juez paga

Trajeron al acusado ante el juez, por haberse negado a pagar su viaje en taxi. Rogó que le dieran tiempo para conseguir el dinero.
-¿Dónde lo obtendrá? –preguntó el juez.-¿No me lo podría prestar usted? contestó el acusado.
-El juez se quedó admirado y divertido por la osadía del acusado, sacó su billetera y le alcanzó lo suficiente.
-Páguele al hombre -le dijo-, y no se olvide devolvérmelo el sábado.
Nosotros también tenemos una gran deuda de pecado, y no tenemos con qué pagarla. Nuestra única esperanza es apelar al Gran Juez. Y en su inmenso amor y bondad, se ofrece a pagar toda nuestra deuda de pecado. En realidad, ya la pagó cuando sufrió y murió en tu lugar en la cruz del Calvario. Murió por tus pecados y los alejó para siempre. (Juan l: 12-13).